La
rendición de la mirada al abismo, aquel del que nos advirtió Nietzsche, es un
referente inevitable en “El resplandor”, uno de los mejores trabajos literarios
de Stephen King. El abismo, en este caso
particular, es un pozo oscuro e insondable donde habitan, más que miedos
atávicos, deseos inconfesables y temores exasperados. El abismo, por su
naturaleza, termina devolviendo la mirada, envolviéndonos así hasta, según el
monto emocional disponible, definir nuestras acciones. “El resplandor” no es
tanto un libro de presencias sobrenaturales en un domicilio circunstancial tanto
como es un trabajo alegórico sobre un hombre que no resistió el juego de
miradas con el abismo.
Bajo
esos términos no hay nada más espeluznante que un hombre mirando detenidamente
hacia el interior de sí mismo porque al emerger -si acaso lo hace- podría traer
consigo mismo un descubrimiento terrible. La maldad, abstracta y vivencial,
toma tantas formas como recursos narrativos hay disponibles para el hombre al
relatarla, desde hombres de traje subiendo impuestos encarnizadamente hasta
criaturas peludas que no deben ser alimentadas después de la media noche, pero
en cada uno de esos casos hay redención posible: escapar. Puedes correr por el
bosque, blandir un arma mágica, conjurar un hechizo protector, urdir un amparo
legal, portar una calibre 38 o simplemente -el mejor de todos los remedios-
meterte debajo de una manta en tu habitación. Pero hay una modalidad del miedo
de la que no podemos escapar, dela que no podemos alejarnos, porque es la clase de miedo que despierta la certeza de que algo extraño repta dentro de
nosotros, silencioso y paciente, aguardando el impulso necesario -¿locura,
desesperación, inseguridad?- para desbordarse y arrebatarnos de entre las manos
todo. A Jack Torrance, por las circunstancias descritas en “El resplandor”, le
es arrebatado su lugar en el mundo.
La
construcción argumental del tercer libro de King es muy buena. Ni la perfección
formal, ni la pulcritud sintáctica han sido el distintivo en la prosa del
autor, se trata, más bien, de una novela estupendamente armada desde la
minuciosidad emocional de cada uno de sus personajes. No hay desperdicio. Es
cierto que se trata aún de una prosa impaciente y, aunque como generalidad tiene
sentido, desprolija en algunos fragmentos pero no es más que el fallo de un
escritor en formación y muy entusiasmado. Pero nunca se vuelve tediosa. Resalta,
sobre todo, el detalle con el que traza el carácter y la relación que tienen
los personajes de la familia entre sí. Cada una de las afirmaciones,
guiños y rumores contribuyen para enmarcar una gran historia de horror que
trasluce una notable novela de angustia emocional que hace eco en todos
nosotros.
¿Alguna
vez se han preguntado qué infunde miedo en aquellos que, deliberadamente y por
oficio, nos asustan? Stephen King confesó que Jack Torrance encarnaba el peor
de sus miedos: la proyección de un escritor alcohólico que es incapaz de
mantener a su familia. Que, para él, “El resplandor” era un libro sobre el
alcoholismo y la desintegración familiar que induce dicha adicción. El peor
miedo del autor es, pues, causado por un hábito desbocado que amenazaba con
llevarse al carajo su familia entera. Nada de monstruos fangosos, ni entidades cósmicas,
ni posesiones demoníacas. Su novela se convirtió en un ensayo literario acerca
del peligroso juego de mantener la mirada fija al abismo. Debo confesar que,
casi por regla general, desprecio todos aquellos que abjuren de sus vicios. No
sólo me parece de mal gusto sino que lo considero una falta de compromiso
consigo mismo. No debe existir nada más importante que la lealtad que nos
debemos. Sin embargo, por esta vez, me parece un acierto, mediante una
proyección ficcional King -un alcohólico arrepentido-
expió uno de sus grandes temores mediante una buena novela, los exorcizó no en
una contienda en la nieve, sino en la encomienda personal de crear a Jack
Torrance. La prueba incontrovertible de que Stephen King es un buen escritor es
que supo mirar en el abismo, está entre nosotros para contarlo y sigue
escribiendo.
A propósito de un mes de terror
Me falta mucho por leer de King, pero este libro sí que lo he leído y desde luego me parece difícil de superar. La descripción psicológica de los personajes, su evolución, sus cambios, es magistral. El deterioro psicológico de Jack es brutal. Y lo peor es pensar que el monstruo estaba ahí dentro ya, que el hotel sólo lo ayudó a salir, pero el monstruo ya estaba ahí... ¡Una gran reseña!
ResponderBorrarBesotes!!!
Mirar cara a cara hacia el abismo? Peligroso King sí lo ha hecho, pero pocos, muy pocos vuelven... No he leído la novela, lo reconozco pero la peli... ¡la de veces que la he visto! Y un piropillo para ti: ¡qué bien te expresas! 'De mayor' quisiera escribir como tú. A ver si voy aprendiendo...
ResponderBorrarUn saludo,
Totalmente de acuerdo con Carmen en cuanto a lo bien que escribes, aunque eso ya te lo dije. Y en cuanto al libro hace muuucho que quiero leerlo, pero como he visto la peli varias veces, este hecho me frena. Aunque me han dicho que vale la pena de todos modos. Así que sí quiero leerlo porque además se supone que la editorial me va a enviar Dr. Sueño para que lo reseñe y me gustaría tener leído primero El resplandor. Muchos besos.
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